Soy Ornella Melo, tengo 18 años. Pertenezco al grupo de jóvenes “Ven y verás” de la localidad de Roberts, en la provincia de Buenos Aires. Mi pueblo tiene cuatro mil quinientos habitantes y pertenece a la diócesis de 9 de Julio. Junto a ellos, llevamos a Dios en nuestros corazones y somos tan fuertes que podemos sacar brillantes sonrisas. Todos los viernes, antes de la pandemia, íbamos una hora al geriátrico del pueblo para hacer felices a nuestros abuelos, haciéndoles compañía y compartiendo anécdotas. Con un mate y una linda canción les anunciábamos que éramos el instrumento del amor de Jesús. También habíamos elegido los días martes para organizar encuentros que nos refuerzan y motivan para ser testigos del paso de Jesús por nuestros corazones. Nuestra alma se ve colmada de alegría cada vez que finalizamos una misión. Tanto en invierno como en verano visitamos el pequeño pueblo de Las Toscas, de apenas quinientos habitantes. Es un lugar con una maravillosa calidez humana y predisposición para cada una de nuestras visitas. Lo más hermoso es ir al encuentro de aquellas personas que confían y comparten un instante de felicidad, mezclada con otros lindos sentimientos. Nos abren las puertas de sus hogares y de su corazón. Es muy lindo compartir los Cenáculos, que es donde compartimos nuestra vida de fe con otros chicos de nuestra edad, y el EDJ (Encuentro Diocesano de Jóvenes), que se realiza anualmente y reúne a quinientos jóvenes y adolescentes de toda la diócesis. Son encuentros llenos de afectuosidad y enseñanza que marcan en nuestros corazones grandes recuerdos. Juntos como Iglesia somos tan poderosos que sacamos luz dentro de grandes tinieblas, porque como“donde están dos o tres reunidos en mi nombre, estoy yo en medio de ellos” (Mateo - 18:20)