#Vocaciones
Macarena
Mi nombre es Macarena Sarmiento, soy salteña aunque vivo hace varios años en Buenos Aires. La llama de la fe se encendió en casa de pequeña, con mi papá y mi mamá; después, mi vocación misionera nació en el año 2003 cuando desde el Colegio San Alfonso, en Salta, me invitaron a una misión popular que organizaban los padres Redentoristas en La Banda, Santiago del Estero.
Desde aquel día pasó mucho tiempo y tuve la gracia de estar en diferentes lugares viviendo y haciendo lo que amo: misionar, que para mí no es otra cosa que vivir a Jesús y compartir la alegría que eso provoca con los demás. El espíritu de San Alfonso despertó en mí el deseo de comprometerme en el anuncio a los más pobres.
Luego de recibirme de trabajadora social me fui en el año 2014 a Mozambique. En los cuatro años que estuve allí viví muchas experiencias, conocí personas maravillosas y también sortee muchos obstáculos. Todo esto me ayudó a crecer y madurar en la fe.
La misión te abre a horizontes nunca imaginados. Acompañé a la pastoral juvenil, realicé misiones populares, acompañé en un emprendimiento de costura con mujeres, en un internado escolar con veinticuatro adolescentes, acompañé en un proyecto de padrinazgo a distancia y becas escolares, fui también chofer, encargada de buscar el agua, realizar compras, armar cursos de formación para los agentes pastorales, etc. Sólo estando allí entendí lo que cuesta económicamente sostener la misión.
El intercambio como laica con religiosas/os enriqueció mi experiencia eclesial; y aprendí muchísimo de los laicos de allí. Misionar como familia eclesial (laicos, religiosos y religiosas) es asumir la misión compartida cada una/o desde el estado de vida que elige. Todos habíamos elegido servir a Dios y con intensidad. Eso era lo más valioso.
Regresé hace tres años y la misión continúo sumándome al equipo de Cáritas, Arquidiócesis de Buenos Aires. Junto a otras/os tenemos la misión de animar y coordinar la caridad que se despliega a través de más de 180 parroquias, de la pastoral de la misericordia, de formación profesional, de los hogares para personas en situación de calle y el hogar para personas que salen del penal y empiezan su reinserción en la sociedad. El trabajo es enorme sobre todo en este tiempo de Pandemia donde muchísimas hermanas/os están pasando hambre. Gracias a la Providencia de Dios que se expresa en la generosidad de personas e instituciones que donan podemos acompañar.
No me canso de dar gracias a Dios por todo lo que día a día me regala vivir en la misión, que es la vida misma, por todo lo que obra en mí a través de los lugares por los cuales paso, de las personas que conozco, de las tareas que realizo y también de las dificultades que encuentro. Soy muy fecunda y plena en este llamado a la vida misionera. Sé que la Obra es de Dios y que es Él quien actúa en el corazón de cada una/o de nosotras/os de un modo delicado, amoroso y generoso.
